LA NACION en CórdobaUn superclásico distinto. Boca y River, a 700 kilómetros, con ambas hinchadas y el morbo de que uno quedará en el caminoPor Claudio Mauri
CÓRDOBA (enviado especial).– Si todo Boca-River se sostiene en su simple enunciado, el marco de una eliminatoria potencia todos los significados y consecuencias. Cuando uno pasa y el otro se queda en el camino, aumenta la tentación de sacar conclusiones definitivas, de hacer más profunda la divisoria de aguas. El extremismo es inherente al superclásico, de lo contrario no sería el partido más importante de nuestro fútbol ni concitaría una atención global. Ni sería utilizado por Claudio Tapia para enorgullecerse por ser “el presidente de la mejor liga del mundo”, afirmación de escasa o nula veracidad. A pocos metros del presidente de la AFA estaba Juan Román Riquelme para desmentirlo sutilmente: “Algo mal habremos hecho para que no se juegue con las dos hinchadas, como cuando yo jugaba”.